EL PERDÓN
“Si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado.”
(Salmo 130:3)
Cuando Corrie Ten Boom fue liberada por error del campo de prisioneros de Ravensbruck, en Alemania, fue una de las pocas personas que salieron con vida. Posteriormente, ella fundó un hogar en Holanda para los ex prisioneros de guerra. Dijo que la diferencia entre los que habían sufrido un colapso mental y aquellos que se habían recuperado de las horribles experiencias fue su capacidad para perdonar. Aquellos que no podían perdonar, que albergaban amargura y resentimiento, quedaban a menudo mentalmente desequilibrados de por vida.
Corrie tomó el mensaje del perdón y el amor de Dios y lo trajo a las ciudades destruidas por las bombas y al pueblo sufriente de Alemania. Una noche ella dio una conferencia en Munich. Luego de describir elocuentemente el perdón de Dios a cientos de sus expectadores oyentes, notó a un hombre en el grupo. Luego del servicio, él se le acercó. Era un hombre robusto, de aproximadamente un metro ochenta de estatura, con ojos profundos y rostro cuadrado. Inmediatamente lo reconoció como uno de los guardias más crueles de Ravensbruck.
Ahora este hombre estaba ante Corrie. Él extendió su mano pidiendo su perdón. Corrie recordó esto más tarde al escribir: “Yo quería escupir su rostro. Quería acercarme y abofetearle la cara. Todo dentro de mí clamaba por venganza. Pero me dije a mí misma: “Yo sé que a menos que lo perdone, cada gota de amor dentro de mi se secará. Yo sé que la amargura y el resentimiento y la indisposición a perdonar van a carcomer mi vida espiritual”.
El perdón es elegir liberar a otra persona de nuestra condenación porque Cristo nos ha liberado a nosotros de la suya. Es tratarlos como si ellos siempre nos hubieran amado, porque Cristo siempre nos ha amado.
En contra de sus profundos sentimientos, Corrie tomó la mano del hombre y lloró: “Hermano, te perdono”. Ella rememora: “Cuando extendí mi mano, lo hice en contra de todo lo que sentía dentro de mí. Cuando dije esas palabras, ´Hermano, te perdono’, inmediatamente fluyó en mi vida una nueva paz”.
El perdón es sanador. Cuando perdonamos a otro que no lo merece, abrimos nuestro corazón a la sanidad de Dios. El perdón es el remedio de Dios para la ira, la amargura y el resentimiento. Se nos anima a cultivar “un espíritu perdonador”
Dios quiere llenar al corazón perdonador con su amor. El corazón endurecido es el que resiste el amor de Dios. En el día de hoy píele a Dios que te dé un corazón perdonador. Al igual que Corrie Ten Boom, acércate a los que te han hecho daño y diles: “Hermano, hermana, te perdono”.
En el nombre poderoso de Jesús.. ¡¡Amén¡¡