Orar por los demás me bendice.
Orar por alguien es un honor preciado. Este llamado a orar por otra persona establece un vínculo sagrado de confianza entre nosotros. Honro esa confianza y veo la divina presencia en ellos, especialmente cuando ellos no lo hacen. Si han perdido la esperanza o se sienten atribulados, los mantengo en una visión espiritual elevada.
Los visualizo espiritualmente perfectos, abundantemente bendecidos y prosperando en todas las áreas de la vida. Cuando los pongo en oración, afirmo en silencio su naturaleza divina. Mediante el poder de su divinidad, son capaces de superar cualquier cosa que enfrenten. Orar por los demás también me eleva a mí. Profundizo mi conciencia cuando oro por fortalecer la de ellos. Las bendiciones abundan.
No ceso de dar gracias por ustedes al recordarlos en mis oraciones.—Efesios 1:16